La economía siempre tiene un componente psicológico. Cuando las empresas confían en que podrán hacer buenos negocios en el futuro, invierten con fuerza. Si las perspectivas parecen malas, retienen el dinero.
La pandemia del coronavirus, con el colapso de las cadenas de suministro internacionales, la guerra en Ucrania, la consiguiente crisis energética y la inflación, el debilitamiento de la economía china... Todo ello afectó duramente a la economía alemana, orientada a la exportación.
La economía se derrumbó y Alemania entró en una recesión prolongada. Desde entonces, el optimismo no ha vuelto a aparecer. Las estadísticas de la OCDE, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos en los países industrializados, muestran que Alemania seguía teniendo en 2024 la tasa de inversión más baja en comparación con los 38 países de la OCDE.
Esto va a cambiar, prometen los directivos de las principales empresas de Alemania. 61 de ellos, entre los que se encuentran conocidas sociedades anónimas como Airbus, BASF, BMW, Deutsche Börse, Mercedes-Benz, Rheinmetall, SAP y Volkswagen, pero también las empresas estadounidenses Nvidia, Blackrock y Blackstone, se han unido en la iniciativa "Made for Germany”. El nombre recuerda, no sin razón, al sello de calidad alemán "Made in Germany”.
Juntas, las empresas quieren invertir 631 000 millones de euros en Alemania en los próximos tres años. En plantas de producción, maquinaria e instalaciones, así como en investigación y desarrollo. "Queremos crecimiento económico, queremos reforzar la competitividad de Alemania, queremos defender o seguir ampliando nuestro liderazgo tecnológico”, afirmó uno de los dos impulsores de la iniciativa, el presidente del consejo de administración del grupo Siemens, Roland Busch, tras una reunión de la iniciativa con integrantes del Gobierno en la cancillería.
La política está entusiasmada. "Alemania ha vuelto, vale la pena volver a invertir en Alemania”, celebró tras la reunión el canciller, Friedrich Merz, del partido democristiano CDU.
El precio de la electricidad para la industria bajará y la economía se beneficiará de una importante reducción de impuestos. Esto es algo que la economía había reclamado constantemente, sin éxito, al Gobierno anterior, una coalición formada por los socialdemócratas del SPD, los Verdes y el liberal FDP.
Con Friedrich Merz, ahora gobierna un canciller que ha trabajado durante muchos años en el sector económico. El jurista Merz fue, entre otras cosas, presidente del consejo de supervisión del inversor financiero estadounidense Blackrock.
"Hoy hemos iniciado una nueva forma de colaboración”, afirmó el director general de Siemens, Roland Busch. "El diálogo ha demostrado que la política y la economía remamos en la misma dirección”.
Busch cree que, para liberar los miles de millones anunciados, la política debería regular menos y dar más libertad a las empresas. La economía exige reformas, especialmente en materia de burocracia y cotizaciones sociales, que encarecen los costos laborales.
El 42 por ciento del producto nacional bruto, es decir, del rendimiento económico total de Alemania, se destina actualmente al presupuesto social. Y Alemania es un país que envejece. Para poder seguir financiando las pensiones, el Estado debe aportar cada año más dinero a las cajas de pensiones.
La OCDE considera que la reforma de la seguridad social es el mayor reto para Alemania como lugar de inversión. Si no se cambia nada, el Estado tendrá que seguir endeudándose para poder mantener los sistemas sociales. Friedrich Merz ya ha anunciado que reformarlos es el siguiente punto en la agenda política de la coalición.
(md/ms)
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