Conocidos como “koloniträdgårdar”, proporcionan a los habitantes de las ciudades acceso a la naturaleza, vegetales frescos y comunidad.
En una mañana inusualmente cálida de junio en Estocolmo, Stina Larsson, de 98 años, estaba de pie entre fragantes lilas, lirios y lavanda, inspeccionando el jardín que ha cuidado durante más de 40 años. Observó que los conejos habían estado mordisqueando las capuchinas, y que había malas hierbas que era necesario arrancar.
El huerto de Larsson, situado en un diminuto terreno junto al canal Karlbergs, es uno de los más de 7000 huertos, conocidos como koloniträdgårdar, de Estocolmo. Creados como parte de un movimiento social a principios del siglo XX, ofrecen a los habitantes de las ciudades acceso a espacios verdes y un respiro del ajetreo de la vida urbana.
Aunque la mayoría son de tamaño modesto —el jardín de Larsson tiene unos 90 metros cuadrados—, los koloniträdgårdar son apreciados por proporcionar un tipo de santuario urbano poco frecuente, un rincón de la ciudad donde los residentes pueden cambiar el pavimento por la tierra, y el zumbido del tráfico por el canto de los pájaros.
Los programas de jardines se diseñaron específicamente para mejorar la salud mental y física de los habitantes de las ciudades, dijo Fredrik Björk, profesor de la Universidad de Malmö especializado en historia medioambiental.
“La idea era que una familia de clase trabajadora pudiera pasar allí el verano y trabajar juntos, pero también tener algo de ocio y diversión”, dijo Björk por teléfono desde su propio koloniträdgård en Ärtholmen, una asociación de jardinería de Malmö que se remonta a la década de 1940.
“En aquella época se bebía mucho”, dijo Björk. Pero en las colonias de jardineros, dijo, “en vez de beber alcohol, cultivabas papas”.
Los beneficios para la salud de la jardinería están bien establecidos, tanto por la actividad física como por el tiempo que se pasa en la naturaleza. Cecilia Stenfors, profesora adjunta de psicología de la Universidad de Estocolmo, dijo que su investigación demuestra que quien visita con frecuencia los espacios verdes, ya sea un bosque o un koloniträdgård, “tiene mejores resultados de salud, en términos de menos síntomas depresivos, menos ansiedad, mejor sueño y menos sentimientos de soledad y aislamiento social”.
Estos efectos positivos pueden ser especialmente pronunciados en las personas mayores y ayudar a combatir los síntomas del deterioro mental y físico relacionado con la edad. Maja-Lena Säfström, de 80 años, quien es propietaria de una casita color rosa algodón de azúcar en una asociación de jardinería a las afueras de Upsala, dijo que había observado muchos beneficios para el bienestar por tener un koloniträdgård.
“Cuando estás en un departamento, no te mueves mucho, pero si tienes un jardín, te mueves de otra manera, y eso te hace sentir mejor”, dijo. Las asociaciones de jardinería también pueden ayudar a fomentar la conexión social, explicó Säfström, al dar a los residentes la oportunidad de conocer a otras personas con intereses similares.
El creciente interés por los koloniträdgårdar, sobre todo entre los suecos más jóvenes, ha provocado un aumento de los precios en los últimos años. Björk dijo que las cabañas de su asociación pueden venderse por más de 1 millón de coronas suecas (unos 105.000 dólares). Sin embargo, en Estocolmo los precios están regulados para ayudar a garantizar que los jardines sigan siendo asequibles, dijo Katrin Holmberg, integrante de la junta directiva de Stockholms Koloniträdgårdar.
“Es una gran actividad de ocio para la gente; es saludable, y estás mucho tiempo al aire libre”, dijo. “Creo que la ciudad lo entiende, así como el hecho de que contribuye a la biodiversidad en las zonas urbanas”.
Los habitantes de Estocolmo que no pueden permitirse comprar su propia parcela de cualquier forma pueden gozar de las ventajas de los koloniträdgårdar, que están abiertos al disfrute del público en general. Pero para quien desee tener su propio huerto, el mayor obstáculo, aparte del precio, es la disponibilidad.
Hay más de 50.000 parcelas en toda Suecia, pero la demanda supera con creces a la oferta. Eriksdalslundens Koloniträdgårdsförening, una asociación de 143 parcelas en la isla meridional de Södermalm que figura entre las colonias de jardineros más populares del centro de Estocolmo, tiene más de 1100 personas en lista de espera. Y los tiempos de espera pueden ser increíblemente largos. Una pareja con la que hablé, Bengt y Susanne Kopp, estuvo 17 años en lista de espera antes de que pudieran comprar por fin una cabaña en 2023.
Para muchos suecos, como los Eklundh, un koloniträdgård es algo más que una casita de cuento y un jardín próspero. También es un pasatiempo activo con amplios beneficios para la salud y una escapada reparadora de la ciudad sin tener que salir de ella.
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