Vayamos al grano: el Día de Muertos está plagado de una contradicción tan grande que podría comerse una ofrenda entera de tamales.
Por un lado, la creencia popular dice que las almas de nuestros difuntos regresan a visitarnos. Que el 1 y 2 de noviembre, el velo entre el mundo de los vivos y los muertos se levanta y nuestros seres queridos nos acompañan. Según esta lógica, sus espíritus están flotando por la cocina, oliendo el cempasúchil, bebiéndose simbólicamente el tequila y disfrutando la esencia de sus platillos favoritos.
Pero, oh sorpresa, ¿qué hace la mitad de México? Corre como alma que se lleva el diablo a amontonarse en los panteones.
Ahí están, familias enteras, haciendo fila bajo el sol (o la lluvia) para llegar a un pedazo de tierra donde, supuestamente, yacen los restos físicos de su abuelita. Le llevan flores, le ponen veladoras, le limpian la tumba… todo para decirle: "Aquí estás, abue, en este cuadro de 2x1 metros".
Un dato duro para la reflexión: Según el INEGI, en 2021 se registraron más de 1.1 millones de defunciones. Los panteones están literalmente llenos de cuerpos en descomposición, no de almas. La ciencia es bastante clara al respecto: lo que queda ahí es materia orgánica en proceso de reintegración al ecosistema. Nada de "espíritus anclados".
La Lógica del Absurdo: ¿El Espíritu Está en la Casa o en la Tumba?
Pongamos esto en perspectiva con un sencillo ejercicio de lógica:
1. Premisa A (según la tradición): El alma de tu difunto no está sujeta al espacio-tiempo. Puede estar en cualquier lugar, pero específicamente en estos días, viene a tu casa porque lo llamas con el aroma del cempasúchil y la foto en el altar.
2. Premisa B (según la acción popular): Tú, como familiar devoto, te pasas la tarde en el panteón, sentado frente a una lápida.
Conclusión inevitable: O tu difunto es un espíritu con serios problemas de ubicación que tiene que correr entre la ofrenda de la casa y la tumba en el panteón, o alguien aquí no está entendiendo el concepto de "espíritu libre".
Es como organizar una fiesta de cumpleaños sorpresa en tu sala, pero irte a festejar a la casa del cumpleañero. ¿No tiene sentido, verdad?
El Negocio del Sentimiento (y otro dato duro).
No nos engañemos. Detrás de esta romantización de la muerte, hay una industria que frota sus manos.
· Las florerías incrementan sus precios hasta en un 300% durante estas fechas. Un ramo de cempasúchil que cuesta $20 pesos en octubre, para el 2 de noviembre puede llegar a $60 o $70.
· Los panteones (muchos de ellos manejados por gobiernos municipales) ven una lluvia de dinero en concepto de derechos por limpieza, adornos y "mantenimiento".
· El comercio en general se llena de productos temáticos, desde el pan de muerto hasta las calaveritas de chocolate, que mueven millones de pesos.
Es un negocio redondo. Se comercializa con la culpa, el sentimiento y el "qué dirán los vecinos si no vamos a limpiar la tumba".
Entonces, ¿Qué Proponemos? ¿Borrar la Tradición?
Para nada. El Día de Muertos tiene aspectos hermosos: la catarsis colectiva, el recordar con cariño a quienes se fueron, la unión familiar, el valor artístico de las ofrendas. El problema no es recordar, sino la incongruencia del ritual.
Propongo una evolución:
1. Hagamos la ofrenda en casa, de verdad. Pongamos la foto, la comida, la bebida y contemos anécdotas. Eso sí tiene sentido si crees que el espíritu te visita.
2. Si vas al panteón, que sea como acto de reflexión, no de superstición. Ve a recordar, a llevar flores como un acto simbólico de cuidado y memoria, no porque creas que el fantasma de tu tía te va a reclamar que no le pusiste su mezcal en la tumba. Y por favor, no hagas esto el mero dia de muertos, cuando todos corren como borregos al panteón y abarrotan las calles circundantes. Honra a tus muertos siempre, para que el mero dia no te gane ese sentimiento de culpa y salgas corriendo como imbécil al panteón y tener que comprar flores a sobreprecio.
3. Quitemos el drama. Dejemos de lado la idea de que si no haces todo el ritual al pie de la letra, el alma de tu difunto va a vagar en la penumbra. Es una carga emocional innecesaria.
En resumen: La tradición del Día de Muertos es culturalmente rica, pero lógicamente en bancarrota. Seguir yendo al panteón masivamente, creyendo que es el "domicilio fiscal" de las almas, es un sinsentido digno de un sketch de comedia.
Celebremos a los muertos, pero hagámoslo con coherencia. O al menos, admitamos que lo hacemos más por nosotros, por el ritual social y por el morbo de ver el panteón lleno, que por una genuina convicción espiritual. Al final, como dice el dicho popular: "Los muertos al pozo y los vivos al gozo"... o en este caso, a desempolvar las tradiciones incongruentes.
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