lunes, 3 de noviembre de 2025

El asesinato de Carlos Manzo: El Precio de Enfrentar al Crimen en México

Lo que se sabe hasta ahora sobre el asesinato de Carlos Manzo


El sábado 1 de noviembre de 2025, alrededor de las 20:10 horas, la violencia alcanzó el corazón de Uruapan, Michoacán. Carlos Manzo, el alcalde de la ciudad, fue asesinado a balazos mientras participaba en el Festival de las Velas en el Centro Histórico.





Los reportes indican que al menos un atacante disparó contra el edil, con testigos hablando de hasta siete disparos. Manzo fue trasladado urgentemente a un hospital, pero sucumbió a sus heridas aproximadamente 40 minutos después. En el ataque también resultó herido Víctor Hugo de la Cruz Saucedo, regidor de Obras Públicas, quien se reporta en condición estable.


En respuesta inmediata, las fuerzas de seguridad abatieron a un presunto agresor en el lugar y detuvieron a otras dos personas como sospechosas. Como prueba crucial, se aseguró un arma corta de calibre 9 mm y siete casquillos percutidos.


Lo más inquietante es que Carlos Manzo contaba con un esquema de seguridad proporcionado por autoridades federales desde diciembre de 2024, reforzado en mayo de 2025, que incluía elementos de la Guardia Nacional y vehículos oficiales. Esta protección resultó insuficiente.



Un patrón que se repite


Manzo no era un político cualquiera. Llegó al poder por la vía independiente y se ganó el apodo de "El Alcalde del Sombrero" por su estilo cercano y su postura frontal contra el crimen organizado. Él mismo patrullaba con sus policías, ofrecía recompensas por capturar sicarios y alzaba la voz constantemente para exigir más apoyo federal contra la delincuencia.


Su retórica era de cero tolerancia: "no puede haber abrazos para los delincuentes", declaró en alguna ocasión. Esta actitud lo convirtió en un blanco evidente. Él mismo parecía consciente del peligro, llegando a decir: "No quiero ser de los ejecutados".


El contexto criminal de Uruapan es complejo y letal. En la región operan grupos como el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), Los Viagras, Los Caballeros Templarios, Pueblos Unidos y Los Blancos de Troya, librando una batalla por el control de extorsiones, especialmente hacia productores de aguacate.


Tristemente, Manzo se convierte en el tercer alcalde asesinado en Michoacán en lo que va del año, siguiendo los pasos de Martha Laura Mendoza en Tepalcatepec y Salvador Bastida en Tacámbaro. Además, en un macabro paralelismo, hace casi exactamente un año, el 29 de octubre de 2024, el periodista Mauricio Cruz Solís fue asesinado minutos después de haber entrevistado en vivo al propio Carlos Manzo.



Reflexión: El sistema podrido y el costo del cambio


La ejecución de Carlos Manzo, a plena luz pública y a pesar de su protección oficial, no es solo otro titular sangriento. Es la confirmación de una verdad que duele admitir: México está podrido hasta la médula.


La corrupción no es una anomalía en nuestro sistema—es el sistema mismo. Tiene raíces históricas que se remontan a la época colonial, donde el abuso de poder y el desvío de recursos sentaron las bases para una cultura donde "el que no tranza, no avanza". Esta red corrupta no solo involucra a políticos y criminales, sino que durante sexenios pasados se han documentado vínculos entre funcionarios y delincuencia organizada, donde la impunidad era—y sigue siendo—el distintivo.


En este ecosistema de podredumbre institucional, quien pretende hacer un cambio genuino se convierte automáticamente en una amenaza existencial para el status quo. No solo se enfrenta a los balazos de los sicarios, sino a toda una maquinaria de corrupción que se defiende con ferocidad. El mensaje que envía este asesinato es claro y aterrador: el sistema no tolera a quienes realmente intentan cambiarlo.


La pregunta que nos queda, cargada de pesimismo y rabia, es si este ciclo alguna vez se romperá. La historia reciente, manchada con la sangre de alcaldes, periodistas, empresarios, activistas y ciudadanos en general, sugiere que el precio de intentar un cambio real en este país es, con demasiada frecuencia, la vida misma.


La muerte de Carlos Manzo debería servir como una llamada de atención urgente sobre la profunda crisis institucional que enfrentamos. Pero en un país donde la sangre se seca rápido y las noticias se olvidan más rápido aún, uno no puede evitar preguntarse si este sacrificio, como tantos otros, terminará siendo en vano.




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