miércoles, 16 de julio de 2025

Tamboklan y el peróxido.

Había una vez un hombre panzón llamado Tamboklan, un tipo huevon y mantenido de un pequeño pueblo en San Luis Potosí. Su esposa, peluquera famosa en la región, le había ordenado ir hasta Matlapa a comprar peróxido para el negocio. Sin dudarlo, Tamboklan tomó la camioneta de su esposa y emprendió el viaje, obedeciendo al pie de la letra.


Tamboklan


Pero lo que Tamboklan no sabía era que mientras él recorría el camino, su esposa le estaba poniendo los cuernos con unos traileros que frecuentaban la cantina del pueblo y que, atendiendo a su llamado, habían llegado hasta su casa. Él, confiado y sin imaginar la traición, manejaba rumbo a Matlapa bajo un sol implacable.


Camioneta de la esposa de Tamboklan 


Al llegar a la tienda, Tamboklan compró el peróxido, metió la botella en su camioneta y emprendió el regreso. Sin embargo, el destino le tenía preparada una mala jugada: en plena carretera, un grupo de traileros en esas mismas unidades en las que frecuentemente su esposa le era infiel lo detuvieron para una "revisión".


Le quitaron la botella de peróxido de las manos, lo insultaron y hasta lo humillaron frente a otros conductores. "¿Así que vienes por el peróxido para la peluquería, pero no sabes lo que pasa en tu propia casa?", le dijeron con sorna.


Uno de ellos sacó su teléfono y le mostró unos videos muy explicitos donde aparecía su mujer recibiendo leño por diferentes orificios, a lo que Tamboklan aseguraba qué se trataba de montajes hechos con inteligencia artificial.


Tamboklan enojado trató de defenderse, pero era inútil. Entre burlas y empujones, los traileros le dejaron claro quién mandaba. Sin poder hacer nada, el hombre volvió a su camioneta, maltrecho y con el orgullo destrozado.


Al llegar a casa, sin embargo, la peor parte lo esperaba: su esposa ni siquiera intentó disimular. "¿Y qué hiciste con el peróxido?", le preguntó mientras estaba desnuda con otro trailero en la cocina.


Tamboklan, con la cabeza baja y el corazón roto, supo que ese día no solo perdió el peróxido, sino también la confianza y el amor de su esposa.


Algunos de los traileros "amigos" de la esposa de Tamboklan.


Desde entonces, cada vez que alguien le pide un favor, Tamboklan recuerda aquel viaje a Matlapa y aprende que a veces las órdenes más simples pueden traer las peores desgracias.


Y por cierto, Tamboklan siguió viviendo con su mujer a pesar de lo ocurrido.


Fin.


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